Con su batería, Plinio Córdoba marcó el ritmo del jazz colombiano

Ahí estaba él. Impecable en su vestido claro con camisa a rayas. Antes de sentarse, revisó los bombos de su batería, se secó la cara con un pañuelo; en los micrófonos, los presentadores anunciaron el homenaje doble, a William Maestre y a él, y el público respondió con una seguidilla de aplausos en los que se mezclaban la admiración con la expectativa.

Una vez estuvo sentado en medio de su batería, empezó a arrancarle sonidos a los platillos con su mano derecha y al tom de piso con la izquierda. Con la complicidad del saxofón, por el aire empezó a tomar vida y cuerpo la partitura de Take Five, ese clásico de Dave Brubeck que es un sinónimo del jazz.

Esa noche, él, Plinio Córdoba Valencia, el chocoano que tocaba en griles y en orquestas de música tropical colombiana, a quien los conocedores definen sin exageraciones como uno de los pioneros de la batería jazz en Colombia, aprovechó aquel homenaje para soltarse a cabalgar en uno de esos largos y virtuosos solos por los que es reconocido. El ánimo de libertad de este género que nació en las calles y en los bares de New Orleans impregnó las baquetas de Córdoba, que saltaron durante más de cinco minutos en los platillos y en los bombos.

En ese homenaje que el festival Jazz al Parque les rindió a Córdoba y a Maestre, entre el público estaba un joven baterista que ese año tocaba por primera vez en el festival. Era Pedro Ojeda, quien, con algunos amigos de la universidad, había creado el grupo Jazz Circular. 

“Ahí tuve la oportunidad de conocerlo por primera vez, pero luego lo dejé de ver muchos años porque me fui a vivir fuera del país y me lo reencontré hacia el 2010. Yo quería realizar un énfasis en cómo se tocaban los ritmos colombianos en la batería», recuerda Ojeda.

Gracias a ese interés, nació el documental Los propios bateros, que retrata a esos músicos que fueron fundamentales en el desarrollo del lenguaje de este instrumento en el país: Guillermo Navas, Germán Chavarriaga, Wilson Viveros, Juancho Cuao y el propio Córdoba.  

“A partir de eso empezamos a tejer la amistad y digamos que todavía, cada vez que lo visito, sigo aprendiendo de su gran conocimiento y sabiduría», añade el compositor, baterista y percusionista, que ha pasado por agrupaciones como Frente Cumbiero, Romperayo, Los Pirañas y Ondatrópica.

La influencia de Córdoba no sólo se resume en esos solos brillantes o en su influencia en el jazz colombiano, sino que también abarca una destacada trayectoria en las orquestas de música tropical y en la formación de nuevas generaciones de percusionistas.

Para reconocer y celebrar ese impacto de Córdoba, el Centro Nacional de las Artes Delia Zapata Olivella realizará este viernes 18 de octubre el Primer Encuentro de Bateristas Colombianos: Bateristas del Siglo XX, en el que participarán varios de sus colegas.

El rey negro del jazz​

Plinio Córdoba cumplió 89 años este 16 de octubre. Actualmente, vive en la misma casa en la que ha estado desde hace cincuenta años, en la avenida Caracas con calle 60, y aún sigue recibiendo visitas de Pedro Ojeda, ese colega que lo vio ejecutando ese sólo memorable en 1999.

Cuando los dos músicos se sientan en el comedor para hablar de música, Córdoba suele tocar con sus dedos la mesa y, según Ojeda, se escucha como si fuera una batería. Suena con todo el sabor, con todas las dinámicas; ese simple hecho ya es una demostración del conocimiento que Córdoba tiene de los ritmos y de cómo deben sonar.

“Yo he aprendido de él así, viéndolo tocar en la mesa o con las baquetas en el pad. Son códigos rítmicos que tienen unos orígenes desde el Chocó, pero también de cómo se tocaba la música antes; cosas que no te van a aparecer en ninguna cartilla o en ningún método ni en ningún vídeo de YouTube», añade Ojeda.

El escritor y periodista musical Juan Carlos Garay apunta que una de las fuentes más citadas cuando se habla del baterista chocoano es un artículo de una periodista del diario El Tiempo, Alegre Levy, en el que ella afirmaba que, escuchando a Plinio Córdoba, uno se confunde porque piensa que el jazz no nació en Nueva Orleans, sino en El Chocó.

“Es una frase muy bonita y que habla de su vocación. (Plinio) es un artista con una vocación tremenda que lo hizo superar muchos obstáculos, perteneció a una generación a la que le tocó muy difícil, porque era una época en la que había que abrirse paso en un circuito de bares, de griles y de restaurantes y con muy pocas posibilidades de, por ejemplo, llegar a grabar un disco», cuenta Garay.

En su biografía sobre Córdoba, Homero Daniel Rodríguez escribió que el baterista llegó a Quibdó desde el corregimiento de San José de Purré y allí, en la capital chocoana, se deleitó con los sonidos de percusión de las tradicionales chirimías.

Córdoba armaba baterías improvisadas con tarros y solía perderse las clases de la escuela por dedicarse a tocar su instrumento, lo que generaba los castigos de sus padres, que no estaban de acuerdo con su inclinación musical.

Tras llegar a Bogotá, gracias a un amigo de la familia, Córdoba se dedicó a aprender batería de forma autodidáctica y obtuvo su primer trabajo en el restaurante La Serenata, en la carrera Séptima con calle 72.

Y ahí nació el mito del ‘Rey negro del jazz’.

Su ritmo tropical

El lenguaje de batería de Córdoba no sólo está influenciado por esos ritmos de jazz que escuchaba en la radio, sino por los géneros tropicales que dominaban los griles y los bares de la época.

Según el periodista musical Luis Daniel Vega, Córdoba fue uno de los protagonistas de esa escena floreciente de la vida nocturna del centro bogotano, gracias a griles como Colombia y Miramar y al Freddie’s Club.

Este movimiento era una especie de prolongación del espíritu que marcó el nacimiento del jazz en Estados Unidos. “En Estados Unidos, en las décadas de 1930 y 1940, los sitios del jazz eran las tabernas y los bares, antes de pasar a escenarios más encopetados como los teatros. Allí se practicaba este tipo de música que tenía cierta sintonía con el bajo mundo y acá en Colombia no sucedió nada distinto, era música de los barrios, de los amanecederos», añade Vega.

Más allá de ese impacto de Córdoba en la escena del jazz colombiano, Pedro Ojeda destaca su trabajo en las orquestas tropicales que dominaron la escena musical de la segunda parte del siglo XX.

Según Ojeda, el baterista chocoano tocó con agrupaciones tan importantes como la de Américo y Sus Caribes, en la que reemplazó a un joven Edy Martínez que estaba probando con la batería antes de dedicarse al piano. También pasó por las orquestas de Ramón Ropaín e hizo reemplazos en la de Pacho Galán.

“En estas orquestas él tocaba merecumbés, gaitas, porros, pero también pasillos, bambucos y currulaos. Es decir, una cantidad de ritmos que hacían parte del repertorio colombiano y que fueron también la escuela de Plinio», asegura Ojeda.

Por una orilla, Córdoba desarrolló un estilo único a la hora de interpretar ritmos como swing, bossa y samba, y, por la otra, creó el grupo Plinio y su Sonido de América, en el que brillaban géneros como la guaracha y la salsa, entre otros.

Esa trayectoria lo llevó a formar lazos artísticos y de amistad con otros referentes de la batería en Colombia como los hermanos Cuao -Wilfredo y Juancho-, Guillermo Navas, su gran amigo, y Germán Chavarriaga.

Además, estuvo en la Orquesta Cumbia Colombia de Chucho Fernández, en la que compartió con Joe Madrid y Justo Almario, y se presentó en programas como Espectaculares JES y El Show de Jimmy.

“Si bien uno a primera instancia no ve a Plinio tan referenciado en la historia discográfica, él sí hizo parte de esa historia, grabó en los grandes estudios con orquestas y fue parte de esa gran explosión de la música tropical colombiana», añade Ojeda.

El formador de bateristas

Jaime Monsalve, jefe musical de Radio Nacional, destaca que ese baterista autodidacta también fue clave en la educación de muchos jóvenes que tenían la inquietud y el interés por ese instrumento.

Según Monsalve, Córdoba tuvo su escuela de percusión y de batería, llamada Fundación Musical Plinio Córdoba, en un segundo piso en la carrera 13 con calle 57 en Bogotá. “Por ahí pasaron muchos bateristas bogotanos de la generación de la década de 1980. Plinio fue fundamental para la educación baterística bogotana del jazz», complementa Luis Daniel Vega.

Ojeda añade que, para él, la gran enseñanza de Córdoba ha sido poder conocer cómo fue desarrollando ese lenguaje musical que lo caracteriza, ese espíritu con el que logra erigir una batería con solamente sus manos y una superficie firme.

A eso se suma esa curiosidad, la que en sus primeros años en Bogotá lo llevó a coleccionar discos de ese ritmo que apenas estaba entrando en Colombia o la que lo impulsa a seguir aprendiendo para su faceta como pedagogo.

“Él siempre ha tenido un interés muy grande por seguir profundizando sus estudios. Y eso lo sigue acompañando hasta el día de hoy, aunque ya no ejerce, todavía tiene una gran lucidez y puede enseñar mucho y aportar mucho a cualquier músico», finaliza Ojeda.

Plinio Cordoba

Córdoba, en la Escuela de Música y Audio Fernando Sor, junto al percusionista Steve Smith. Foto: Cortesía Plinio Córdoba

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